Meditación

 

«La meditación es como la masticación de los alimentos. Cuando  ustedes introducen  alimentos en su boca y los mastican, las glándulas trabajan y a través de la lengua ustedes absorben las energías más sutiles, más espirituales. La meditación es la masticación de los pensamientos. Evidentemente, cuando hablamos de meditación, se sobreentiende que el pensamiento se ocupa de cuestiones de orden filosófico, espiritual, místico. La meditación debe llevarlos hacia un mundo más elevado y aportarles la luz y la paz.

Hay que comenzar a meditar sobre temas accesibles. El ser humano está creado de tal manera que no puede vivir naturalmente en un  mundo abstracto. Por lo tanto, debe, primeramente, aferrarse a lo que es visible, tangible, a lo que está cerca de él, a lo que le gusta. Supongamos que a ustedes les guste la belleza o la inteligencia… y que desean obtenerlas. Entonces, intenten concentrarse, imaginando cómo desearían ser, contemplen ese ser, el cual desean llegar a ser y sentirán que su alegría, su confianza, su vitalidad, aumentan, como si degustaran por adelantado lo que les sucederá un día.

Pero  estudien bien sus deseos y sus proyectos, porque si son demasiado personales, si no vibran en armonía con el orden establecido por Dios en toda la Creación, entrarán en conflicto con las leyes divinas, con otras existencias, con entidades, con todo un orden vibratorio y no lo lograrán. O si lo logran, será aún peor. En esas condiciones, es mejor no lograrlo. Al menos, el fracaso les evita toda clase de decepciones y accidentes y como ustedes no pueden lograr sus deseos, habrán sido protegidos».

Los dos mejores métodos de meditación

Ser un instrumento en las manos de la Divinidad

«Todos los temas de meditación son buenos: la salud, la belleza, la riqueza, la inteligencia, el poder, la gloria, pero el mejor ejercicio es meditar en Dios, para impregnarse de Su amor, de Su luz, de Su fuerza, para vivir un momento en Su eternidad… Y meditar con el objetivo de Servirle, de someterse a Él, de unirse a Él. Sentirse como un instrumento absolutamente abandonado en las manos de Dios, con el fin de que Él pueda pensar a través de ustedes, que pueda sentir a través de ustedes, que pueda actuar a través de ustedes. Abandonarse a  la voluntad de la sabiduría, de la luz, estar al servicio de la luz… y la luz, que sabe todo, los guiará».

 

Realizar el Cielo en la Tierra

«Puesto que el hombre fue enviado a la Tierra, es necesario que sepa qué trabajo debe hacer. Jesús dijo: “Que sea en la Tierra como en el Cielo”, lo que significa que el Cielo debe descender a la Tierra, pero ¿cuál Tierra? Nuestra Tierra, nuestro cuerpo físico. Entonces, después de haber hecho el trabajo espiritual necesario para alcanzar la cima, el Cielo, hay que descender para organizar todo abajo. La inmortalidad está arriba, la luz está arriba, la armonía está arriba. ¿Por qué todo lo que está arriba no debería encarnarse abajo, en el mundo físico?

La filosofía de Cristo es hacer descender el Cielo en la Tierra, es decir, realizar el Reino de Dios y Su Justicia. Jesús trabajó por este Reino y pidió a sus discípulos que también trabajaran por este Reino. Entonces, es aquí en donde debemos trabajar, comenzando por nuestro cuerpo.

Aquí están, pues, los dos mejores temas de meditación: cómo consagrarse completamente al servicio de la Divinidad y cómo realizar, concretar, materializar, en la Tierra todo el Cielo que está arriba. El sentido de la vida está contenido en estas dos actividades. Lo que se encuentra fuera de estas dos actividades tiene una significación, por supuesto, pero no una significación divina».