Respuestas

Respuestas a algunas preguntas de actualidad

En la vida  encontramos seres con buena salud, bellos, inteligentes, ricos, que se benefician de las mejores condiciones para lograr todo lo que emprenden y otros, al contrario, son tan desheredados que cualquier cosa que hagan, van de fracaso en fracaso. ¿Cuál es el origen de estas desigualdades de condiciones? A menudo, muchas personas se sienten molestas porque esto parece ser verdaderamente una injusticia del destino. Si  ustedes interrogan a los científicos sobre la razón de estas desigualdades, la mayoría dirá que son hechos del azar. Y si van a preguntarles a los sacerdotes, a los pastores, les responderán que es la voluntad de Dios. A veces, les hablarán de la predestinación y de la gracia, pero esto no hace sino agregar una injusticia más. De todas maneras, es la voluntad de Dios, lo que no es tan diferente de decir que es el azar.

Pero analicemos la respuesta de los religiosos. El Señor otorga,  pues,  todo a unos y nada a otros; no se sabe por qué, pero es así. Y esto  no es todo, porque además, se pone furioso, ultrajado y castiga a aquellos a quienes no les ha dado ni buenas cualidades, ni buenas condiciones, cuando son malos, estúpidos y cometen crímenes. Siendo todopoderoso, tendría el poder de haber hecho de ellos seres magníficos, pero no lo hizo. ¡Entonces, si cometen crímenes, no solamente la culpa es de Él, sino que además los castiga a causa de sus crímenes! Es por esto que mucha gente se rebela.

No. En realidad, hay una explicación a todas las injusticias aparentes de la vida: la ley de la reencarnación. Y la Iglesia no se ha dado cuenta de que al negar esta ley, presenta al Señor como a un verdadero monstruo.

La explicación está en saber que en un principio Dios nos dio todo… y también  nos dio la libertad y esta libertad la hemos utilizado para hacer experiencias costosas. Entonces, el Señor, que es generoso, paciente, nos deja hacer las cosas y se dice: «Son mis hijos. ¡Pobres!, sufrirán, se golpearán, pero no importa, ya que les daré siempre mis riquezas y mi amor. Tienen muchas encarnaciones por delante… aprenderán y se calmarán». Así pues, Él nos ha dejado libres y ahora todo lo que nos sucede de malo es nuestra culpa, lo merecemos; todo lo que nos sucede de bueno, también lo merecemos, es el resultado de nuestros esfuerzos en las encarnaciones anteriores.

¿Por qué la Iglesia le dio toda la responsabilidad de nuestro destino al Señor? Ustedes dirán: «No, no ha hecho eso, simplemente suprimió la creencia en la reencarnación». En realidad, cuando se reflexiona al respecto, se vuelve a lo mismo y es muy grave puesto que la creencia en la reencarnación es también uno de los fundamentos de la moral. Mientras que no se les aclare a los humanos el problema de la ley de causas y consecuencias que continúa actuando de una existencia a otra, se puede intentar calmarlos, dándoles todos los sermones que se quiera, no servirá de nada,  porque no cambiarán. Y no solamente no cambiarán, sino que se rebelarán sintiéndose víctimas de la injusticia social, envidiando y combatiendo a aquellos que les parecen  más privilegiados, complicando aún más la situación. Pero aquel que sabe que las dificultades y las pruebas que encuentra en esta existencia son el resultado de las transgresiones pasadas, no solamente acepta sus dificultades, sino que se decide a trabajar para el bien, con el fin de mejorar sus encarnaciones futuras…

Cuando un hombre invade, sin pagar, el terreno de un vecino, dándole algunos golpes e injuriándolo, todas las leyes están contra él y es condenado. Pero si por sus escritos,  por sus palabras o por su ejemplo, hace perder la fe, la esperanza y el amor a personas buenas, si los incita al desenfreno, a la violencia, en ese caso, la justicia lo deja tranquilo. Cada uno es libre de expresar sus pensamientos y sus deseos, incluso los más escabrosos, sin preocuparse de las consecuencias que esto puede tener sobre el destino de ciertos seres que son  más débiles, más influenciables. Las joyas robadas, las vitrinas rotas, ¡ah eso sí es importante!, pero las almas y los espíritus sumergidos en la duda, en la rebeldía, en la angustia, eso no es grave. Es así como los más grandes criminales se pasean libremente… y si son artistas, escritores, cineastas, ¡se les dan incluso premios! La salud espiritual de una sociedad no cuenta, se puede dejar dañar o destruir, mientras que para los bienes físicos, materiales, todo está previsto para protegerlos: las comisarías, los tribunales, las prisiones…

Ustedes dirán: «¡Cómo!, pero si la gente debe poder expresar libremente sus ideas; cuando en ciertas épocas se perseguía a los pensadores, los filósofos, los artistas, no era mejor». Sí, por supuesto, yo sé, mientras que los humanos no tengan mucho criterio para juzgar lo que es realmente bueno o malo, quizás es mejor dejar que todo el mundo se exprese. Pero aquí  hago un llamado de atención a todos los creadores acerca de su responsabilidad. Yo los prevengo, diciéndoles esto: «Tienen la suerte de ser libres, pero la libertad no es una meta en sí y su deber es reflexionar en los efectos que sus obras producen en los demás. Sabiendo que incluso si la justicia humana los deja tranquilos, la justicia divina, los hará responsables». Cuando lleguen, un día, al otro mundo y se les muestre lo que han causado,  tales y tales daños en los seres, por más que protesten diciendo que no han hecho todo ese mal, se les responderá: «Sí, estas personas han sufrido por su causa, ustedes han introducido la perturbación en su cabeza, en su corazón; los han empujado a hacer experiencias arriesgadas, sin advertirles del peligro que corrían; ustedes son culpables y serán castigados». Los dones deben ser utilizados para iluminar a los seres, para  despertar en ellos el amor, la confianza, el deseo de superarse. Si no, sepan que no solamente ustedes serán castigados, sino que en una próxima encarnación, serán privados de estos dones.

Lo que perjudica tanto a nuestros contemporáneos es la fiebre, la agitación continúa en la que viven y que termina por producir daños tanto en su organismo físico como en su organismo psíquico. Cada vez más se escucha a las personas quejarse: «Estoy cansado», pero a pesar de todo, continúan atareándose, corriendo por todos lados sin detenerse un minuto. Está bien querer ser activo, pero para poder ser activo sin cansarse, hay que saber relajarse. No es suficiente con hacerlo una o dos veces al día,  sino diez, quince, veinte veces, solamente un minuto cada vez. En cuanto ustedes tengan un momento libre, sin importar en dónde estén, en un semáforo, en una fila de espera, en lugar de dejar vagar su pensamiento o de enervarse porque los hacen perder su tiempo, aprovechen esas ocasiones para concentrarse, calmarse y encontrar su equilibrio: retomarán enseguida sus actividades con fuerzas nuevas.

Lo esencial es lograr romper ese ritmo acelerado que hace de ustedes una especie de máquina propulsada por un motor imposible de manejar. Así pues, varias veces al día, deténganse al menos un minuto y piensen en alguien o algo que amen, que los calme, que los inspire, que les dé valor. Si pueden, también retírense a una pieza tranquila, acuéstense boca abajo en una cama o en el suelo sobre un tapete, con los brazos y  las piernas relajados y déjense ir como si flotaran en un océano de luz… Un minuto solamente y se levantarán aliviados.

Existe también otro ejercicio fácil y eficaz: aprender a comer. Puesto que de todas maneras ustedes están obligados a detenerse,  a sentarse en ese momento, en lugar de comer de cualquier manera, con ruido, en la nerviosidad, en la precipitación, acostúmbrense a tomar las comidas como una ocasión para hacer un ejercicio de relajamiento, de concentración, de armonía de todas sus células.

En el momento de ir a la mesa, comiencen por alejar de su espíritu todo lo que pueda impedirles que coman en paz y armonía. Y si no lo logran de inmediato, esperen y comiencen en el momento en que hayan logrado calmarse. Porque al comer en un estado de perturbación, de cólera o de descontento,  uno introduce en uno mismo una agitación, vibraciones desordenadas que se transmiten a todo aquello que se hace después; y aunque se trate de dar una impresión de calma, de control, hay algo agitado, tenso que se desprende y se cometen errores, uno se  tropieza con la gente o con las cosas, se pronuncian palabras groseras que destruyen una amistad y nos cierran las puertas. Mientras que si  ustedes comen en un estado de armonía, resuelven mejor los problemas que se les puedan presentar más adelante y aunque todo el día estén obligados a correr por todas partes, sentirán en sí mismos una paz que sus actividades no pueden destruir. Empezando por el comienzo, por las pequeñas cosas, se puede ir muy lejos.

Se discute mucho el problema de la pena de muerte. En la radio, en la televisión, los magistrados, los psiquiatras, los sociólogos presentan sus estadísticas, sus observaciones y sus conclusiones y la opinión pública está dividida. Unos afirman que es necesario castigar con la pena de muerte a los grandes criminales para dar ejemplo con el fin de infundir el miedo en aquellos que estarían tentados a imitarlos; otros replican que el miedo a la muerte jamás ha detenido a un criminal y, sobre todo, que ningún hombre tiene el derecho de decidir la muerte de los demás. Entonces, no son más que discusiones y discusiones… Desgraciadamente, incluso los especialistas no tienen claridad sobre este asunto porque sus conocimientos sobre la estructura del universo y del ser humano no se extienden hasta las regiones espirituales.

Supongan que un criminal haya sido ejecutado: se han deshecho de él en el plano físico, estamos de acuerdo, pero no se sabe que él continúa viviendo en los planos sutiles y allí su deseo de venganza y destrucción está intacto. Matando su cuerpo, no se mata su deseo, porque su deseo no es físico, no forma parte del plano físico. Entonces, una vez muerto, el criminal va al plano astral, al mental inferior, y allí refuerza el mal. Su influencia se filtra en la cabeza y en el corazón de aquellos que en la Tierra están vinculados a él por las mismas afinidades criminales y a través de ellos se esfuerza para continuar realizando sus proyectos perversos. Tiene incluso más posibilidades de acción que antes de su muerte, puesto que  ya que no se encuentra  limitado por su cuerpo físico y puede, por lo tanto, actuar a través de numerosas personas. Así pues, cuando se piensa resolver el problema de la criminalidad recomendando la pena capital, no se sabe que el espíritu del malhechor continúa actuando desde el otro lado.

Y el mismo fenómeno se produce, evidentemente, cuando se asesinan a los profetas, a los grandes Maestros: se constata que sus ideas se propagan aún más poderosamente… Por esto, de otra parte, cuando algunos dirigentes están tentados a hacer desaparecer a una personalidad muy notable, que les molesta (un jefe político o religioso), comienzan a reflexionar: «¡Cuidado!, no lo matemos, porque será considerado como un mártir. Sus partidarios estarán aún más enfadados y la situación terminará muy mal para nosotros». Han comprendido que matando a un hombre no se suprime su ideología, ya que los otros la retoman y se reparte aún más poderosamente. Ustedes dirán: «Pero es porque los partidarios o adeptos, al ver que han matado a su jefe, están indignados y desean mucho más ardientemente continuar su tarea». Hay algo de verdad, sí, pero es una interpretación superficial.

La realidad es que en el otro mundo, el espíritu de un profeta, de un Iniciado, por ejemplo, continúa también alimentando las mismas convicciones, los mismos deseos de iluminar a los humanos y de hacerlos evolucionar. Entonces, continúa su trabajo y hay muchas más posibilidades para propagar sus ideas. Por eso, a menudo, la muerte de algunos Iniciados no ha sido un obstáculo para la propagación de sus ideas. Observen la expansión formidable del cristianismo después de la muerte de Jesús.

No se debe castigar con la muerte a los criminales a causa de las consecuencias que se producen en el plano invisible. Son los humanos que deben organizar las condiciones de la vida para que no haya más malhechores. Mientras una sociedad no esté organizada sobre verdaderas bases espirituales, es como los pantanos… y los pantanos sólo pueden hacer que nazcan mosquitos, es decir, criminales. Entonces, en esas condiciones, querer hacer justicia, es una ilusión.

Un instructor, un guía espiritual, tiene el deber de aclarar a los hombres y a las mujeres sobre el problema de la sexualidad, pero sabiendo que este problema no puede ser verdaderamente resuelto sino en función de cada persona. Querer, bajo el pretexto de la moral, imponer reglas idénticas a todos, no es razonable, ya que la misma disciplina que conduce a unos hacia el equilibrio, hacia la fuerza y la verdad espiritual, puede llevar, al contrario, a otros hacia la histeria, la nerviosidad y la enfermedad. Todos los humanos no tienen las mismas necesidades, y aquel que no toma en cuenta esta realidad se expone ya sea a predicar en el desierto, ya sea a imponer tormentos inútiles.

Ahora bien, esto no quiere decir que uno no deba hacer esfuerzos. Sí, cada uno, al nivel que le corresponde, debe hacer esfuerzos para dominar la fuerza sexual, con el fin de vivir su amor de una forma más bella, más noble, más espiritual, ya que ahí se encuentra la única regla moral verdadera. Algunos no quieren hacer ningún esfuerzo porque, sintiéndose débiles, piensan que volverán a caer de inmediato. No es un buen razonamiento porque el éxito no es lo más importante, lo importante es que ellos sean completamente sinceros en sus deseos de mejorar las manifestaciones de su amor. Caerán sin duda a medio camino, pero serán ayudados y se levantarán. Cualesquiera que sean las caídas, lo esencial es no dejar jamás de hacer esfuerzos.

Pero para ser estimulado en sus esfuerzos, cada uno necesita tener un asociado muy poderoso. Este asociado es un ideal con el cual ustedes viven, un ideal de generosidad, de amor, de luz. El ideal es un ser espiritual, una entidad viviente que los dirige hacia lo alto. Así, todas las fuerzas a las cuales ustedes no les dan salida en el plano físico, sirven para alimentar, para reforzar el ideal y contribuyen a su realización.

Contener la energía sexual bajo el único pretexto de obedecer  las reglas de la Iglesia o por la sociedad, eso se llama simplemente inhibición. Y la inhibición no puede ser una solución al problema de la sexualidad. La inhibición es el rechazo de dar a la fuerza sexual su salida natural sin tener en la cabeza un ideal muy poderoso, capaz de hacer un trabajo en los planos superiores para canalizar y transformar esta fuerza. La verdadera renuncia no debe ser una privación, sino una transposición a otro plano. Es la misma actividad que continúa, pero orientada hacia los planos superiores. No hay que privarse, no hay que renunciar, sino solamente desplazarse, es decir, hacer arriba lo que se hace abajo: en lugar de beber agua de las ciénagas, simbólicamente hablando, beber agua de una fuente pura, de una fuente cristalina.

Así pues, lo esencial es siempre hacer esfuerzos, ya que es así como ustedes mejorarán su manifestación en cualquier terreno que sea y particularmente en el de la sexualidad. Porque, sépanlo, el acto de amor, en sí mismo, no es ni bueno, ni malo, será solamente lo que ustedes quieran que sea. Si no han trabajado en ustedes mismos para purificarse,  para ennoblecerse, para iluminarse, entonces, a través de este acto le comunican a su pareja las enfermedades, los vicios, las influencias nocivas. El verdadero amor debe mejorar todo en el ser que ustedes aman, debe elevarlo, reforzarlo, iluminarlo. Solamente cuando vean que un ser logra la plenitud gracias a su amor, pueden estar felices y agradecer al Cielo de haber logrado ayudarlo y protegerlo.

Esforzándose en demostrar que no existe ningún Dios, ninguna Providencia, ningún Cielo, ninguna esperanza después de la muerte, los pensadores materialistas han negado todo lo que da sentido a la existencia humana: la realidad del alma y del espíritu. Han pretendido que «la religión es el opio del pueblo» y que para que el hombre sea feliz basta con que tenga con qué alimentarse, con que tenga un lugar en donde habitar, con que funde na familia y pueda estudiar. Pero ¿qué sucede en realidad? Incluso cuando le da a su cuerpo, a su corazón, a su intelecto, todo lo que éstos piden, el hombre  no se siente satisfecho. Uno ve esto por todas partes todos los días. ¿Y por qué no se siente satisfecho? ¡Porque ha descuidado alimentar el alma y el espíritu, los cuales tienen hambre y sed y reclaman! Ahí está por qué la droga, que se expande cada vez más y más en el mundo y, sobre todo, entre los jóvenes, es una advertencia. Es el alma que intenta hacer comprender sus necesidades: ella se ahoga y utiliza la droga para liberarse. ¿Había que desembarazarse de ese opio que es la religión? Pues ahí están la mariguana, la heroína, la cocaína… ¿es eso preferible?

El alma tiene necesidad del espacio infinito y cuando se siente limitada, ahogada, busca por todos los medios evadirse. El alcohol y las drogas están entre los medios que tienen la propiedad de alejar el alma del cuerpo físico y le dan, pues, al menos por un momento, la ilusión de la libertad y del espacio. La juventud, la pobre, se droga porque no sabe cómo satisfacer esta necesidad de evasión de su alma. Pero esto no es una solución ya que la droga es siempre un elemento químico que uno le da a su cuerpo. Ahora bien, la necesidad de evasión viene del alma, no del cuerpo. La droga es un índice de que el alma pide viajar en el espacio infinito, pero no es la droga que puede satisfacer el alma; no solamente no puede satisfacerla, sino que destruye el cuerpo. Por eso no aconsejo a nadie,  bajo ningún pretexto, que la utilice. A través de  medios espirituales hay que buscar la alegría, la dilatación, la libertad, la plenitud.

Los verdaderos adeptos de la Ciencia Iniciática no cuentan con nada del exterior, saben que Dios depositó dentro de ellos mismos todas las posibilidades, todas las riquezas, todas las substancias de todos los laboratorios. Y es allí que hay que buscar. Por su puesto, es un trabajo largo, que necesita esfuerzos cotidianos, pero vale la pena. El alimento que ustedes toman de las regiones sublimes del alma y del espíritu los satisface durante días y días, ya que en los planos divinos hay elementos de una gran riqueza y, si logran solamente una vez saborearlos, la sensación de plenitud que les da no los dejará jamás. Nada puede quitarles la sensación de inmensidad y eternidad.

Cada familia es una célula de este inmenso organismo que es el cuerpo social. Ahora bien, justamente, ¿cómo funcionan las células en un organismo sano? Ellas trabajan en armonía por el bien del conjunto. Entonces, está claro, si la mayoría de las sociedades están enfermas, es porque todas las familias que las constituyen no viven en armonía: cada una tiene sus proyectos, sus intereses, los cuales no concuerdan con las de las demás y entonces aparecen los desórdenes, los enfrentamientos. Cada familia debe, pues, volverse consciente de que pertenece a un conjunto cada vez más amplio, hasta la familia planetaria, con el fin de trabajar por la salud del organismo universal.

Sí, a nivel de la familia se debe hacer esta toma de consciencia. Ya que un país está constituido de base por las familias y nunca podrá hacer escuchar una voz armoniosa en el concierto de las naciones si es portavoz de reclamaciones heteróclitas y discordantes. Por eso, las familias no deben tener miedo de abandonar, en cuanto a la educación de sus hijos, algunas ideas que tienen una influencia perjudicial en la armonía de la sociedad. Porque son ellas las que enseñan a los niños a desear, antes que nada, su propio éxito, su propio bienestar, incluso si debe hacerse en perjuicio de los demás. Son las familias las que acostumbran a considerar a los que no son de la misma nacionalidad, de la misma religión o de la misma raza, como inferiores o enemigos. No hay que extrañarse si más tarde los niños se manifiestan como adultos egoístas, limitados, intolerantes.

No es viviendo aisladas, egoístamente replegadas en sí mismas, como las familias pueden ser protegidas. La prueba: todos hacemos parte de una colectividad y si en esta colectividad surgen problemas, a pesar de que hagamos cualquier cosa para ponernos a salvo, nuestros bienes individuales e incluso nuestras vidas son también amenazados. El destino de las familias está necesariamente unido al destino de la colectividad y para que los individuos estén en seguridad, hay que mejorar la vida colectiva.

Para proteger verdaderamente a la familia, la única solución es, pues, trabajar por una fraternidad universal, para que  todos los dirigentes de todos los países comprendan que es necesario formar una instancia mundial, que busque el bienestar de todos. Ustedes dirán: «Eso es imposible, algunos países no aceptarán jamás una autoridad por encima de ellos». Yo sé todo lo que ustedes pueden decirme. Por el momento, por su puesto, tienen razón, pero yo trabajo para el futuro. En el futuro esta unidad se hará, los acontecimientos llevarán  a los humanos a que tengan  esta visión de las cosas y todos comprenderán que en realidad no se trata de someter a otros hombres, de abandonar su libertad a una autoridad exterior, extranjera, sino de hacer triunfar un ideal común: la paz y la abundancia en toda la Tierra, lo que tiene que ver obligatoriamente con la idea de la fraternidad universal.

Durante siglos, la Iglesia les ha repetido a los cristianos que lo esencial es tener fe. Cuando las personas preguntaban algo, les respondían que son misterios que no debían tratar de comprender y perseguían a todas aquellas que no se contentaban con sus respuestas. La gente debía creer y era salva. Pues bien, no. No basta con creer. La religión no se limita a la fe. Toda religión está fundada en una ciencia y como la Iglesia  no dio esta ciencia a los humanos para que su intelecto, su alma y su espíritu  estuvieran alimentados, entonces terminaron incluso por perder la fe, porque tuvieron la impresión de creer en lo absurdo; o bien, se fueron otro lugar a buscar su alimento espiritual. Lo que no necesariamente es mejor, ya que si durante siglos la Iglesia combatió equivocadamente la tradición iniciática, lo que ahora se está produciendo: poner en las manos de todo el mundo todos los movimientos espirituales y las ciencias ocultas, también presenta peligros.

Porque no hay que creer que si las personas son atraídas por las ciencias ocultas, necesariamente es porque tienen aspiraciones místicas o un verdadero impulso hacia la espiritualidad. En absoluto. Muchas entran en el ocultismo como si fuera una feria en donde se encuentra toda clase de atracciones e incluso las más peligrosas, como las drogas, la magia negra, una sexualidad desenfrenada, con la esperanza de encontrar por estos medios el dinero, el poder, la gloria, los placeres. A los humanos no les falta apetito, ni codicia; lo que les falta es inteligencia, paciencia, perseverancia, para obtener lo que desean. Siempre buscan llegar lo más rápido posible, empleando los medios más fáciles. Y ahora, ¡lo que van a emplear son la ciencias ocultas!

Hay que dejar de lado todas esas prácticas que permiten realizar las ambiciones personales. Por otra parte, lo que se llama ocultismo está lejos de ser la verdadera ciencia espiritual. Las ciencias ocultas son el bien y el mal mezclados y hay mucha gente que ha entrado en las regiones tenebrosas de estas ciencias. El verdadero espiritualista es aquel que no utiliza jamás sus conocimientos y sus poderes para las adquisiciones personales. Tiene como único ideal  perfeccionarse, trabajar en la luz y por la luz, con el fin de llegar a ser un verdadero hijo de Dios, un benefactor de la humanidad.

Hay personas que creen ver por todas partes el prestigio del Señor atacado y se movilizan para defenderlo. ¡Cómo si el Señor fuera tan débil que tuviera necesidad de ser defendido! Pues bien, eso es lo que creen esas personas. Tiemblan por su prestigio y quieren defenderlo a toda costa. Entonces, condenan, persiguen, queman, masacran… ¿Por qué no piden primero la opinión del Señor? Deberían dirigirse a Él y decirle: «¡Oh señor, aquí hay infieles, herejes, blasfemos… ¿me permites castigarlos, quemarlos, cortarles la cabeza?» Pero no, no oran, no preguntan nada. Y no quieren preguntar nada porque no son honestos. No desean escuchar lo que el Señor, que es Amor, les respondería: «No se ocupen de eso, no es su asunto. Si esas personas son verdaderamente tan malvadas, se derrumbarán solas, sin que sea necesario que ustedes las toquen». ¡No dan un céntimo por la opinión del Señor y así es como toman las armas con el pretexto de defenderlo! ¿Pero ustedes creen que es verdaderamente al Señor que defienden? No, lo que defienden, es su negocio, su prestigio, su influencia, su poder, eso es todo. ¡Qué hipocresía! Cuando se quiere verdaderamente defender al Señor, hay que manifestar como Él, la paciencia y el amor.

Dada la naturaleza del mundo espiritual es mejor no entrar en él, más bien, entrar sin un guía, como algunos lo han hecho para su desgracia. Compraron libros en los que se exponen técnicas de concentración, de meditación o de respiración y se lanzaron en ejercicios que terminaron por desequilibrarlos física y psíquicamente. Pues sí, ¿Cómo es posible que muchas personas que nunca hubieran tenido la idea de ascender  una montaña sin tomar un guía, se aventuren simplemente solos en la exploración del mundo psíquico? No ven que en él, los peligros de perderse, de caer en los precipicios o de ser enterrados bajo las avalanchas son mucho más grandes. ¡Es extraordinario, piensan que pueden muy bien desenvolverse solos! Por esto hay tantos desequilibrados entre los que se dicen espiritualistas.

Ustedes dirán: «Sí, pero ¿cómo reconocer a un verdadero Maestro? ¡Existen tantos impostores y charlatanes que están listos para aprovecharse de la ingenuidad de los humanos!» Un verdadero Maestro, en el sentido espiritual del término, es un ser que primeramente conoce las verdades esenciales no porque tal filósofo o tal pensador las hayan escrito,  sino según la Inteligencia Cósmica. En segundo lugar, debe haber tenido la voluntad de dominar y controlar todo en él mismo y de haber podido lograrlo. Finalmente, la ciencia y el dominio que adquiere, no debe usarlos sino para manifestar todas las cualidades y virtudes del amor desinteresado. Gracias a la cualidad del desinterés, ustedes reconocerán a un verdadero Maestro. Cada Maestro viene a la Tierra para manifestar particularmente una cualidad. Hay, entonces, Maestros de sabiduría, Maestros de amor o de  fuerza, de  pureza… y cada uno debe elegir aquel con el cual se sienta más en  afinidad para su desenvolvimiento espiritual. Pero todos los verdaderos y grandes Maestros tienen obligatoriamente en común el desinterés.

Cuando hay dificultades, se espera de la gente instruida y cultivada reacciones correctas, razonables, pero a menudo, no es eso lo que vemos. La más mínima cosa pone a las personas en un estado lamentable de cólera o de depresión y no tienen ningún poder, ninguna voluntad para remediar. Toda su instrucción, toda su erudición, es incapaz de ayudarles. Entonces, aunque se desee que la juventud estudie y obtenga diplomas, estamos obligados a constatar que más importante que la formación del intelecto es la formación del carácter. Lo  esencial es vivir y no ser profesor, ingeniero o economista. Y para vivir, para afrontar todas las condiciones de la existencia es importante reforzar el carácter. Si no, cuando los jóvenes llegan a la edad de afrontar dificultades no pueden, pues han vivido en el mundo abstracto de los libros y son incapaces de soportar las realidades de la vida.

¡Cuánta gente instruida se ve siempre débil, siempre flotando, siempre a merced de las circunstancias! Han leído libros de los cuales hacen citaciones, eso es todo, pero ¿de qué sirve pavonearse con las riquezas de los demás? Lo que se logre realizar, eso es lo que se debe mostrar. Si son incapaces, entonces, ¡que dejen sus conocimientos librescos tranquilos y que vayan por fin a ejercitarse en lo esencial: trabajar en su propio  carácter!

La instrucción es una cosa, la educación es otra. La juventud no tiene tanta necesidad de profesores eruditos, tiene necesidad de instructores que le revelen lo que es la vida y cómo la deben vivir para que sus fuerzas, sus cualidades, para que los dones que están ahí, depositados en ella, puedan manifestarse verdaderamente en plenitud. Hasta ahora, la juventud va por un camino resbaladizo, en donde no serán los libros o los diplomas que lograrán mantenerla en equilibrio ya que en la vida, el equilibrio depende primero del carácter, no de la instrucción.

Mientras no se dé prioridad a la formación del carácter, sino únicamente a la del intelecto, los conocimientos dados en las escuelas y en las universidades serán para los jóvenes medios para tener éxito, a menudo a expensas de los demás, pero nunca serán medios para transformarse, para llegar a ser benefactores de la humanidad. Si son ambiciosos, temerosos, orgullosos, malvados, sensuales, avaros, así se quedarán.

Nosotros proponemos una escuela en la que se aprende a conocer la naturaleza humana, a cambiar su carácter, a transformarse, a mejorarse para el bien del mundo entero.

Los estudios en sí mismos jamás han mejorado a los seres e incluso, a menudo, han hecho de ellos verdaderos peligros públicos. Al contrario, los conocimientos en manos de aquellos que han trabajado en su carácter y que están decididos a no utilizarlos para su provecho personal, sino para el bien de todos, son fuente de bendiciones.

Estamos obligados a constatar cómo el progreso técnico ha transformado la vida de los humanos, aportando cada día nuevos productos, nuevos medicamentos, más facilidades para desplazarse y comunicarse, equipos más perfeccionados en las escuelas, en las casas, en los hospitales… Pero el progreso técnico tiene sus límites y presenta incluso peligros si no está controlado gracias a una visión superior de las cosas. Además, esto es algo que preocupa cada vez más a las personas que reflexionan. Se dan cuenta de que no solamente el progreso científico no lleva consigo el progreso moral, sino que incluso, de una  cierta manera, hace retroceder al hombre.

Esta visión superior de las cosas nos la presenta la Ciencia Iniciática. ¿Qué nos enseña esta ciencia? Que cada proceso en la naturaleza posee tres aspectos: físico, psíquico y espiritual y que, por lo tanto, es posible encontrar en nuestra vida interior las mismas manifestaciones y correspondencias que están en el plano físico. Si los científicos aceptaran detenerse un poco para profundizar las leyes que rigen el universo, comprenderían que en realidad todos los elementos, todos los objetos, todos los fenómenos físicos que estudian, les hablan de un mundo más vasto, más rico. Es porque no han comprendido cómo actúan estas leyes que el progreso científico no ha aportado progresos morales.  Por ejemplo, cuando los físicos comenzaron a descubrir la realidad de las ondas, debieron ir más lejos y habrían encontrado que esto no es un fenómeno único, aislado, sino que también existe en otros planos, en los planos del sentimiento y del pensamiento. Y  si no se hubieran contentado con dar los elementos que permitieron la fabricación de un aparato de radio, habrían  descubierto que el cerebro es un aparato que emite y capta ondas y que había todo un trabajo para hacer al respecto. Incluso, si la telepatía es ahora reconocida por algunos, aún no han sacado todas las consecuencias que tienen que ver con la educación y el dominio del pensamiento. Y esto no es todo, cuando descubrieron que las ondas desconocen las fronteras, habría sido necesario que trabajaran inmediatamente en  la abolición de todas las fronteras, con el fin de estar de acuerdo con su descubrimiento. ¡Es verdad que ha habido algunos progresos, pero van demasiado lento!

Entonces, como ustedes ven, los científicos hacen descubrimientos, pero no comprenden toda la envergadura de lo que descubren. El teléfono, la fotografía, el fonógrafo, el radar, el láser, etc., todos los descubrimientos científicos y técnicos para que sean completos, deben ser transportados a los planos psíquico y espiritual.

Cuando sepan mirar más allá del aspecto material de la realidad, los científicos poseerán la verdadera ciencia. ¡Y es tan deseable que lleguen a esto pronto! La verdadera ciencia no solamente aporta el conocimiento y la comprensión, sino que es también una fuente de equilibrio, de libertad, de paz interior. Por el momento, la ciencia actual aporta toda clase de innovaciones que facilitan la vida, por supuesto, no se  puede negar, pero a causa de su manera limitada de considerar las cosas, los humanos están más saturados, más pesados y a veces, incluso, más enfermos, más desdichados y más malos.

La ciencia contemporánea está aún afuera, al lado de la verdadera ciencia. Los investigadores trabajan sin saber que tienen realmente entre sus manos  las bases de la verdadera ciencia. Muchos se extrañan de que el progreso técnico no cambie el mundo y se preguntan lo que pueden hacer para contribuir al progreso moral de la humanidad. Pues bien, la respuesta está aquí: detrás de las leyes del mundo físico se debe trabajar al mismo tiempo  para descubrir en el mundo moral las leyes análogas.

¡Cuánta gente dice que trabaja por la paz del mundo! Por el momento, este trabajo consiste sobre todo en acusarse mutuamente de ser culpables de la guerra. Para algunos, los ricos son culpables; para otros, son los intelectuales, los políticos o los científicos. Los creyentes acusan a los incrédulos de conducir a la humanidad a su pérdida y los incrédulos acusan a los creyentes de fanatismo y así sucesivamente… Observen y verán que es siempre suprimiendo a tal o cual persona que los humanos creen poder instalar la paz. Y es ahí  en donde se equivocan. Incluso si se suprimen las armas y los cañones, al día siguiente, la gente inventaría otros medios para combatirse. La paz, en realidad, es un estado interior y no se logrará jamás suprimiendo a alguien o algo del exterior. Primeramente es dentro de uno mismo que hay que suprimir las causas de la guerra.

Desde el momento en que se mantienen dentro de sí mismo ciertos estados interiores como el descontento, la revuelta, las ansias, el deseo de poseer siempre más, el hombre, haga lo que haga, no podrá estar en paz. Por medio de sus pensamientos y de sus sentimientos, no solamente introduce  en su fuero interior los gérmenes del desorden y de la guerra, sino que  siembra estos  gérmenes por todas partes a su alrededor.

Imagínense a alguien que come y bebe cualquier cosa: introduce en su organismo ciertos elementos nocivos que lo enferman. ¿Y qué paz se puede tener cuando se altera el organismo, el estómago, el hígado, los riñones, los intestinos? Pues bien, existe la misma ley en el plano psíquico: no hay que comer cualquier cosa, porque si no uno se enferma.

La paz es, pues, la consecuencia de un saber profundo sobre la naturaleza de los elementos con los cuales el hombre se alimenta en todos los planos. No puede instalarse sino únicamente en la persona que decide manifestarse con bondad, generosidad, desinterés. Sólo un ser así puede aportar la paz a su alrededor.

Con el pretexto de que crean asociaciones o de que militan en movimientos pacifistas, muchas personas se imaginan trabajar por la paz. No. Porque su vida no es una vida por la paz: jamás han pensado que, primero que todo,  todas las células de su cuerpo, todas las partículas de su ser físico y psíquico deben vivir según las leyes de la paz y de la armonía, con el fin de emanar esa paz por la que pretenden trabajar. Mientras hablan acerca de la paz o escriben sobre la paz, continúan alimentando la guerra en sí mismos y a su alrededor, porque están sin cesar luchando contra una cosa u otra… Primeramente, el hombre debe instalar la  paz en sí mismo, en sus pensamientos, en sus sentimientos, en los actos de su vida cotidiana y es sólo en ese momento que verdaderamente trabaja por la paz.

Mediten sobre  la lección  que da la pirámide. Si los grandes Iniciados de Egipto eligieron para sus monumentos la forma de la pirámide, con sus aristas que se elevan acercándose hasta reunirse en la cima, fue para darles a los humanos una lección con respecto a la unidad. La pirámide es un símbolo de la jerarquía que existe en el universo. La base de la pirámide representa los múltiples fenómenos y su cima, el mundo de los principios: la unidad. Abajo, en el nivel de los fenómenos, se está en la dispersión, en la confusión, porque no se puede ver cómo los seres y las cosas se sitúan, como tampoco las relaciones que mantienen unos con otros. Para ver claro hay que subir. ¿Y qué significa subir? Tomar el camino de la unidad. Es la unidad la que ordena y dirige la multiplicidad. En la unidad se está en el corazón de las cosas y se comprende cómo se tejen todos los hilos de la vida. En cualquier terreno que sea, este símbolo nos enseña a pasar del plano inferior de la multiplicidad y de la dispersión al plano superior de la unidad. Es, justamente,  esta visión cada vez más concisa, la que nos permite entender la verdadera realidad de las cosas y encontrar medios de solución.

¿Por qué los políticos y los economistas no logran arreglar los problemas internacionales? Porque cada uno está ocupado únicamente  en defender los intereses de su país. En estas condiciones no pueden comprenderse, ya que se encuentran situados demasiado abajo, en el terreno de los hechos. Y esto también es verdad para todos los humanos en su vida cotidiana. No podrán entenderse, no podrán hacer la unidad, si en su comprensión, en su actitud, no tratan de alcanzar el punto de vista más elevado: la cima de la pirámide. Hasta allí deben esforzarse para subir y encontrar las leyes que rigen los hechos, y aún ir más arriba para encontrar los principios que gobiernan estas leyes hasta alcanzar el principio supremo que abraza todo. Al llegar a este punto, todos se verán obligados a tener la misma visión de un interés común.

No es porque la ciencia y la técnica les proporcionen cada día nuevos productos, nuevos aparatos cada vez más perfectos que ustedes deben dejarse llevar por la facilidad. Todos esos  adelantos hay que considerarlos como posibilidades que  se les dan para que puedan consagrarse a las actividades espirituales. Porque la verdadera razón de ser del progreso técnico es liberar al hombre, sí, pero con miras a que realice otros trabajos. ¿Tienen más facilidades para desenvolverse en la materia física? Pues bien, es para que puedan tener más tiempo y trabajen con la materia psíquica que está en ustedes y a su  alrededor con el fin de que lleguen a dominarla, a espiritualizarla. Y de esta manera llegar a ser una presencia benéfica para todo el mundo.

Gracias a sus facultades intelectuales el hombre ha logrado gigantescas realizaciones en el plano físico. Pero ahora se le pide que vaya mucho más lejos con el fin de que realice aún cosas más importantes, gracias a las facultades de su espíritu. A través de  la meditación,  de la oración, debe aprender a entrar en relación con el mundo del espíritu con el fin de que la luz, el amor, el poder del espíritu, desciendan a la Tierra, en sí mismo y en todos los seres que están a su alrededor. Sí, este trabajo es el que ahora nos espera: hacer descender todos los esplendores y las riquezas del espíritu en nosotros mismos y en todos los humanos.          

No se puede dejar de ver cómo el progreso técnico ha transformado la vida, pero eso no es suficiente, ya que el progreso técnico tiene límites y presenta incluso peligros si no se controla gracias a una visión superior de las cosas. Es necesario, pues, ir más lejos. Y por medio del espíritu la vida se transformará realmente, porque la paz, la libertad y la fraternidad son realizaciones del espíritu.

Respuestas a algunas preguntas de actualidad, Omraam Mikhaël Aïvanhov, Ediciones Prosveta